Esta entrada está dedicada a N., pero también me gustaría llevar un pedacito de luz a aquellas personas que, como N. hace pocos meses, sólo saben ver oscuridad en sus vidas.
Puede que haya casos más impactantes en cuanto a resultados, pero suele suceder que las cosas sencillas son las que producen más satisfacciones.
También es un reconocimiento a su valentía y a su coraje. Siempre hay algo en nosotros que nos diferencia de los demás. En el caso de N., es avanzar a pesar de sus muchos miedos y, sobre todo, de su gran miedo a conocer la verdad.
Cuando N. llegó, su vida no tenía sentido, despertar y levantarse era un horror (¿para qué?). Se sentía como un “despojo”.
Había pasado por anorexia, bulimia, con problemas de memoria que la hacían tener apenas unos pocos recuerdos, dificultades con las relaciones y en la parte física de su mochila cargaba con unas cuantas cosas más.
A N., de todo este equipaje, lo que más le angustiaba era no poder sentir, sobre todo porque ni tan siquiera podía saber lo que sentía por su hijo.
Después de unas cuantas sesiones, ayer, por primera vez después de muchos años, pudo decir “ siento cariño”.
Sus palabras brotaron en décimas de segundo, de manera natural. Ese cariño, ese sentimiento, como muchos otros, siempre ha estado ahí, pero son tantas las experiencias las que vamos acumulando y guardando con pensamientos, emociones, sentimientos y reacciones asociados a ellas, que conseguimos hacer invisible e inexistente todo lo que realmente somos y, principalmente, lo que podemos llegar a ser.
Este sentimiento de cariño es hacia una relación pasada suya y aunque fue muy dolorosa para ella, ese cariño existe. El perdón es realmente liberador y con él viene la sanación real a muchos niveles, pero no es del perdón de lo que quiero hablar en estas líneas, aún cuando es lo que suele suceder en estos trabajos y siendo, para mí, lo más bonito que se produce.
Lo más importante e impactante para N. fue saber que puede sentir, que no está vacía, que no es un caso patológico, ni un bicho raro.
Sus trastornos de alimentación han desaparecido, así como muchos de sus problemas físicos pero, sobre todo, ahora también ha conocido que ella es importante para muchas personas.
Ayer N. abrió su gran puerta y sabe que tras ella hay muchas más.
Gracias N. por haberme permitido compartir contigo todo lo que viviste.
Momentos como el de ayer son los que cada día me hacen sentir y ver que la vida, con sus imperfecciones, si queremos, siempre nos está mostrando la manera de ser mejores.
Pero como siempre, se trata de decidir. Decidir responder o no a sus llamadas.
La luz siempre está ahí, sólo hay que buscar en la dirección correcta.
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